A lo largo de la historia, la humanidad ha incorporado innovaciones que han marcado un antes y un después en nuestro desarrollo, desde el dominio del fuego y la invención de la escritura hasta la irrupción de la imprenta, la electricidad y la era digital. Hoy, la inteligencia artificial, aplicada en tareas cotidianas como la redacción de correos, la solución de problemas o el análisis de datos, genera un dilema crucial: ¿estamos subordinando parte de nuestro pensamiento a algoritmos o estamos abriendo la puerta a una forma superior de inteligencia?
Este paradigma contemporáneo nos enfrenta a la inquietud de que, al delegar procesos mentales en sistemas automatizados, capacidades como la creatividad, la memoria o el juicio crítico puedan debilitarse, de forma similar a como la escritura redujo la necesidad de memorización. Sin embargo, una perspectiva alternativa sugiere que la IA no busca desplazar nuestra inteligencia, sino ampliarla, liberándonos de tareas repetitivas y permitiéndonos dedicar más tiempo a la imaginación, el cuestionamiento, la creación y el sentir.
Ejemplos palpables se observan en empresas como Kauel, donde la aplicación de la inteligencia artificial en sectores tan variados como la minería, la energía, la salud o la educación no tiene como objetivo sustituir al ser humano. Al contrario, se procura potenciar sus capacidades y dotarlas de “superpoderes cognitivos”. Por ejemplo, cuando un operador utiliza un modelo predictivo para evaluar riesgos, no se vuelve menos inteligente, sino más ágil, seguro y consciente.
La discusión, por tanto, se centra en determinar qué tipo de inteligencia deseamos cultivar: ¿una pasiva, que se limita a consumir información proporcionada por la tecnología, o una activa, que interactúa y desafía los límites que la IA impone? El futuro dependerá de cómo integremos la tecnología en nuestros procesos educativos, de inspiración y liderazgo, y de cómo decidamos evolucionar en este nuevo escenario. En definitiva, el cerebro humano está en constante transformación, y la gran pregunta es: ¿hacia qué forma de inteligencia aspiramos evolucionar?
Autor: Iñigo Socías